En la gestión de proyectos, la expresión «curarnos en salud» ha pasado de ser una simple precaución a convertirse en una práctica que busca evitar riesgos a toda costa. Esta actitud, que prioriza la prevención de cualquier posible error, genera una carga operativa innecesaria que recae sobre aquellos que ejecutan los proyectos y, en última instancia, crea un entorno adverso para la innovación. En lugar de asumir riesgos calculados, se busca cubrir todos los frentes con múltiples capas de documentación y supervisión, lo que puede desvirtuar el propósito principal de cualquier iniciativa.

Esta tendencia a evitar riesgos a través de la sobrecarga documental es especialmente problemática en proyectos que requieren agilidad y creatividad. Con frecuencia, el enfoque se desplaza de la gestión efectiva del riesgo hacia la generación de evidencias que, en teoría, demuestren que se han tomado todas las precauciones posibles. Este énfasis en producir documentación más que en manejar los riesgos reales lleva a que los equipos de trabajo dediquen más tiempo a crear pruebas de cumplimiento que a ejecutar de manera efectiva el proyecto. Así, se reduce la eficiencia y se sofoca la capacidad de innovación.

Un claro ejemplo de esta problemática lo vemos en proyectos como los de SENA Innova. En estos casos, SENA Innova encarga a Colombia Productiva la gestión del proyecto, y Colombia Productiva, a su vez, delega la supervisión a una interventoría. Tanto Colombia Productiva como la interventoría están encargadas de velar porque el proyecto fluya y cumpla con todos los estándares, pero en su afán de «curarse en salud», cada una impone sus propios requerimientos documentales. El resultado es que toda esta sobrecarga administrativa recae sobre quien está ejecutando el proyecto, el único que realmente genera valor y transformación. En lugar de facilitar la ejecución y fomentar la innovación, este enfoque genera retrasos y desvía recursos valiosos hacia la burocracia.

Es fundamental reconsiderar esta práctica y reconocer que la innovación requiere asumir riesgos calculados. La sobreprotección a través de una supervisión excesiva no solo reduce la eficiencia, sino que también puede limitar el impacto positivo de los proyectos. Adoptar un enfoque más equilibrado, que gestione los riesgos de manera inteligente y eficiente, permitirá liberar a los equipos de ejecución para que se enfoquen en lo que realmente importa: generar valor y promover el desarrollo.

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